Un millar de personas vibraron con el arte flamenco de La Fabi, Israel Fernández y Pedro El Granaíno

El festival de San Pedro del Pinatar, que celebró su vigésimo quinta edición en honor a Camarón de la Isla, reunió a tres de las grandes figuras del cante flamenco actual que hicieron disfrutar a un público entregado desde el primer momento.

San Pedro del Pinatar, 18 de julio de 2021

El recinto ferial de San Pedro del Pinatar acogió este año el festival, que arrancó con el cante gaditano de La Fabi, que homenajeó a la tierra con los cantes de levante y se peleó por seguiriyas, demostrando su naturaleza artística y cantaora.

Ya por fiestas, embobó al aforo con su gitanería, en primera línea de escenario junto a su escudería: Curro Carrasco a la guitarra y al compás su marido, el cantaor Manuel Zambullo y José de Mode. Éxito rotundo para la cantaora que rompió el hielo con un repertorio variado y que logró meterse en el bolsillo a la afición flamenca con su poderío y su fuerza.

Israel Fernández era otro plato fuerte esperado de la noche, junto a su binomio Diego del Morao. Se le escuchó cómodo en el compás de doce y también en los tiengo y tangos que solventaron junto a Manuel Carpio y “El Pirulo” de Jerez, pero fue en las bulerías donde su velocidad vocal hizo acto de presencia y la sonanta del jerezano, culpable del sentimiento de identidad flamenco de los presentes y arrancando oles a destajo, fabricaron las delicias de un aforo sediento de compás, gitanería y talento.

 

Remató la noche Pedro “El Granaíno” junto a las seis cuerdas de Antonio de Patrocinio Hijo, que deleitaron a su fiel público con un abanico flamenco que partió por seguiriyas y remató por bulerías sin olvidarse del genio de la Isla, al que le dedicó el Réquiem que en su día grabó junto a Vicente Amigo.

Mención especial para el cantaor que venía de recuperarse del COVID y se probó en San Pedro del Pinatar para continuar su larga gira veraniega marcada por su cercanía, sencillez y compromiso con la cultura flamenca.

Así finalizó la noche, un evento cargado de incertidumbre y nervios que se zanjó con el beneplácito de una afición sedienta de buen flamenco, unos artistas conscientes de su cometido y una organización pendiente de que la normativa fuese justamente cumplida en cada momento del festival.

 

El año que viene, más y mejor, partiendo de la sonrisa y el buen sabor que deja el regreso de este festival que marca el pistoletazo de salida de todos los eventos flamencos del verano en la Región y que es un buen augurio para todos los que le preceden.

 

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